lunes, febrero 21, 2011

La única de la que me siento orgullosa


Hoy sigo leyéndome en lo que escribí hace tantos años. Me cuesta creer que puedo volver a ser la misma, porque sé que en ocasiones no lo he sido. No sé si alguna vez me imaginé estar donde estoy ahora. Me acuerdo de hace más de 10 años, cuando tuve la idea de escribirme a mí misma dentro de unos años. Me cuesta creer que lo haya hecho, de alguna forma. Y lo que más me cuesta creer es que me haya encontrado a mí misma. No sé si preferiría haber cambiado. Creo que no, porque sigo creyendo. Llámenme loca. ¿Quién a los 26 años sigue creyendo en lo mismo que a los 21? Yo. Con las mismas fuerzas, aunque cada vez sea más ridículo hacerlo, porque al mismo tiempo no. ¿Por qué no? Porque creo que de tanto errar, aprendemos a no hacerlo. Y sí, bueno, vos decís que probablemente sea cierto, pero que hemos errado tanto que nos hemos hecho daño. Y yo digo que sí, pero que Si es amor, nada de eso importará. Por supuesto que trato de dejar a un lado las cosas que me dicen que no lo haga, porque quiero hacerlo. Hay un punto en el que el amor deja de ser un argumento, decís vos. E incluso me censurás. Como si las censuras bastaran en estos casos. Puedo dejar de decirte te amo como vos decís, porque con cada te amo te clavo un puñal, insistís. El problema es que vos sabés que te digo te amo con cada palabra que no pronuncio porque insistís en que necesitás la distancia para estar bien. Yo te puedo regalar todos los no te amo del mundo, porque te amo. Porque ya no quiero clavarte puñales en el pecho, aunque eso a la larga sea mi forma de decírtelo. Y yo sigo guardando la esperanza, quizá por dos razones: 1. Me gusta, 2. No quiero hacerlo de otra forma. Sigo, entonces, siendo la misma del 2006. Leo la artificial del 2008 que quería escribir otras cosas, y se ve que no soy yo, me robé el password a mí misma. Me amarré en una silla y usurpé mi lugar. Pero ésta, ésta soy yo. Y vos lo sabés.

domingo, abril 20, 2008

¿Cuántos labios debo besar para poder decir con certeza que nadie podrá hacerlo como tú?¿Qué sería un muestra significativa? ¿Por qué necesito hacerlo?

martes, abril 01, 2008


Aquí estamos de nuevo, sobre la arena.


Después de casi un año y medio de temerle al teclado, como es debido cuando uno no tiene nada que decir, me animo de nuevo. Me atrevo a hacer el ridículo y a releer viejas entradas de las que puedo rescatar un par de frases. Lo hago porque estoy mal. Uno siempre escribe cuando está mal. Lo hago porque sé que sería desconsiderado llamarlo a él a las 4 de la mañana. Lo he hecho en otras ocasiones, pero es posible que sea hora de ser más considerada. Ésta es la nueva yo, aparentemente. Mis dedos están atrofiados de tanto Piano hero. Hace tanto tiempo que no escribía para mí. Hace tanto tiempo que le he tenido miedo a escribir la verdad. Lo que pasa es que la verdad siempre se nos esconde, y sabemos que se nos esconde porque no es tan linda como pensamos, así como se nos esconden a veces la gente, la vida, la música. Después quizá la hallamos y nos hallamos a nosotros mismos y damos saltos de alegría. Es esa cosa de la vida que no me agrada del todo: no se puede confiar en ella. Siempre que tengo insomnio es por diversas razones. En esta ocasión, un examen de bioquímica para el que no he estudiado, un corazón un poco roto, pero esperanzado. Siento aflicción tan ridícula por ambas cosas que me siento un poco como creo que me sentía hace tiempo... afligida sin razón. A pesar de eso, soy tan autodestructiva que sé que extrañé esos tiempos. Entre todo, no estoy del todo triste, no sé si he crecido, no sé si he cambiado. No sé si en algún momento podría hacerlo, si querría hacerlo. Si dijera que seguiré escribiendo hasta que me dé cuenta de que no tiene sentido lo que digo, habría dejado la escritura hace muchísimos años.
Y sin embargo, por alguna razón, sigo acá. Sigo preguntándome si será mejor dejar de hacerlo, si será mejor escribir pensando o escribir sin siquiera ver el teclado y la forma en la que se resbalan las palabras. Prometí escribirte una carta. Prometí regalarte sueños y esperanzas. Prometí tantas cosas que no he cumplido, y prometo ya no hacerlo más. He extrañado la poesía. He extrañado decirle al mundo que estoy enamorada de la vida. He extrañado poder sentirme enamorada de la vida, fumarme un cigarro a la luz de la luna, comer un poco de pastel de la risa y sentirme más liviana. He sentido que prematuramente la vejez se me viene encima; no la vejez de la sabiduría, sino la vejez de la incomprensión, de la amargura, del desgano.

Sigo parada en la arena sintiendo la brisa. Sigo sintiendo que el aire me llena los pulmones de paz.
Creo hoy, más que nunca, que el futuro será mejor, y aunque el futuro sea un lugar donde el olvido no sirva de nada, no importa, no habrá necesidad de olvido ni de recuerdos. Será el lugar donde no importe nada, donde sólo habrá felicidad.


martes, diciembre 26, 2006


Cada vez que pienso en vos

Vos sabés que en ocasiones no soy yo, sino la otra. Podría bastar con decir que soy la misma  pero diferente, pero no es cierto. Intentando hacer de lado los días que las mujeres usan de pretexto para sacar sus frustraciones, y la falta de nicotina o cafeína dentro de mi cuerpo, no puedo negar que cambio.

Constantemente,  falta todo para hacer de mí una buena compañera. 

Tengo voluntad, pero sé que  no se trata sólo de eso. En ocasiones la falta de perspicacia me impide ser quien vos necesitás. En ocasiones, no soy yo la que necesito ser. Sigo teniendo voluntad, y sigo intentanto no frustrarme más de lo debido. Sigo sufriendo un poco sin razón, y un poco porque hago las cosas más grandes de lo que son. Cada vez que pienso en vos, hay algo en mí que no está tranquilo. Hay algo en mí que no se calla, hay algo en mí que te teme. Cada vez que pienso en vos, hay algo en mí que no me miente, que me explica por qué siento todo lo que siento, hay algo en mí que me vence.

miércoles, diciembre 13, 2006



Fue el tiempo de la Rayuela, de las casualidades y los sueños, del orgullo, de los relojes y la vanguardia. Fue el tiempo de los labios, los brazos y el vino, de las velas, el bosque y el muelle. Fue el tiempo que no empieza ni termina. Fue el tiempo de la risa, el humo y las ganas. Fue el tiempo, es el tiempo, será el tiempo.

domingo, octubre 08, 2006


Hoy te siento suave, mío. Hoy te siento entre lluvia, besos, caricias y costillas. Despierto. Te busco entre las sábanas, tropezándome con la almohada. Cierro los ojos, centenares de escenas llueven frente a ellos. Logro sentir tu tibieza. Vuelta en la cama. No puedo dormir. Huelo mi almohada, la aspiro, la mojo un poco. Me abrazo, me acaricio. Me miento. Me siento, cansada de sólo palparme a mí. Vuelta en la cama. Ahí estás otra vez, ojos brillosos, labios mojados, en tu terraza, en el sofá. Ahí estoy yo también. Ahí está tu risa también. Ahí está la ternura, las palabras, pulgar en la oreja, el resto de la mano detrás de mi pelo. Negro. Vuelta en la cama. La ventana sucia, mojada. La luz brillante. Ahí están las palabras tristes, los besos inhibidos, mi destierro. Vuelta en la cama. Te me desdibujás, te traga un remolino de vacío. Desaparecés.

jueves, octubre 05, 2006

Sólo cosas que pasan


Hablar de pureza en estos tiempos es como hablar de paz y de amor, hadas y fantasmas. Aun así, no encuentro otra palabra para mencionar el sentimiento. El encuentro de dos como nosotros era un hecho eventualmente obligatorio, sobre todo en las circunstancias y medios que ocurrió. Yo, una solitaria decepcionada, con ganas de olvidar y deseosa de conocer vidas nuevas. Tú, un solitario artista, sin muchas ganas de aparentar, sólo dando vagas sospechas de ser excepcional.

Después de hablar sin tono de voz, con las manos un poco cansadas y los ojos ojerosos, decidimos el encuentro. ¿Dónde mejor que una galería de arte que propusiste? Sí, y así podernos sentir como en un cuento de nuestro autor favorito, o en la película que hubiéramos querido escribir los dos. El hecho de vernos no le falló a la expectativa de sorpresa que teníamos. Los dos conociéndonos de fotos, ignorando si coincidiríamos con algo mejor o algo mejorado por la cámara. Fuimos idénticos, no mucho más altos, definitivamente reconocibles, incluso aceptables. Los saludos fueron hechos para confundirnos. ¿Cómo se saludan dos que se conocen desde antes, desde antes del ayer cuando aún no se conocían? Un beso en la mejilla. Un abrazo con un solo brazo. La conversación fluyó. Debo decir que necesité de una copa de vino. Tú no bebiste ese día. Lo tengo muy claro. Hablamos, te dejé impresionarme, por eso acepté acompañarte. Sabías mucho más de todo, como a mí me gusta que sean las cosas, de la única forma que permito que me impresione alguien.

No fue mucho tiempo, quizá exagerando unas dos horas. Me hiciste reír. Nos dimos un abrazo de despedida, sabiendo perfectamente que nos veríamos mucho más seguido en adelante.

Era la relación que iba a ser perfecta. Fue como si hubiéramos estado buscándonos desde siempre. Encontrarte fue un deseo hecho realidad. Coincidir en gustos, sueños, deseos y ganas con alguien nunca es fácil. Pudimos ser desde mejores amigos en adelante. Tal vez las circunstancias parecieron muy artificiales. Yo sigo hablando de pureza, y sin entender. En realidad no importa, porque no me importó.